Las murallas tenían una finalidad defensiva principalmente. Si estas estructuras podían alcanzar los cuatro metros de altura, según estiman los arqueólogos, ¿cómo se atacaba un castro? ¿Y cómo se defendía?
Hay diferentes hipótesis para explicar la existencia de estas imponentes estructuras.
Visibles desde diferentes puntos del territorio, ¿marcaban la propiedad del
entorno que sustentaba al poblado?¿Se construían como símbolo de prestigio
y fortaleza, induciendo respeto y desanimando ante un posible ataque?
Es posible que las murallas de los poblados castreños tuviesen esas funciones,
pero el esfuerzo comunitario tan grande que suponía su construcción, rodeando
poblamientos de menos de una hectárea en muchos casos, sólo se justificaba
como estructura defensiva ante la rapiá de jóvenes en busca de botín (ganado
principalmente) y como barrera contra el ataque de los animales salvajes.
Los celtíberos ganaron su fama de guerreros por su carácter belicoso. El valor,
la destreza en la luca o la fuerza eran características que determinaban el prestigio
del individuo en su comunidad, así que eran inevitables las razias y las incursiones
contra aldeas lejanas, por lo que las murallas estaban perfectamente justificadas.
El Ataque
¿Cómo pudo ser el ataque a un castro pelendón?
Los atacantes, guerreros y jóvenes que aspiraban a ese <<título>> demostrando su arrojo en el combate, portaban cuchillos y lanzas con punta y regatón de bronce, que utilizarían para ensartar al enemigo en la lucha cuerpo a cuerpo. Las puntas de bronce eran demasiado valiosas por su costosa fabricación, por lo que evitarían lanzar estas armas si el blanco no era seguro. Contra los defensores, en lo alto de la muralla, arrojarían piedras
a mano o con honda de cuero o lana trenzada y jabalinas de madera con la punta quemada.
Aunque ya se utiliza el arco desde el Neolítico, no hay constancia arqueológica ni documental de su uso en la Celtiberia. La espada era un arma exclusiva de los grandes guerreros, y sólo aparece de forma puntual en necrópolis de la Segunda Edad del Hierro. Tanto atacantes como defensores podían llevar un gorro de cuero o un casco de bronce para proteger la cabeza.
Las piedras hincadas dificultarían la aproximación al muro y evitarían el acceso de los jinetes. Los atacantes atravesaban con cuidado el tupido campo de piedras cayendo sobre ellos todo tipo de proyectiles. No hay constancia de que utilizasen estacas con punta clavadas en el terreno.
Los que llegaban a la muralla intentaban trepar con escaleras o con la ayuda de cuerdas y garfios de madera. ¿Lanzaban proyectiles incendiarios para quemar las techumbres y generar así el desconcierto? ¿Salían a campo abierto los asediados para presentar batalla y evitar así el indencio?